por Carroll Rodas, Daniel M.

En toda religión el ser humano busca cómo comunicarse con su deidad y, a la vez, el dios tiene que trasmitir sus deseos y deman- das a sus devotos. Surge, por ende, el profeta, quien funciona como el mediador entre los cielos y la tierra.

El profetismo era un fenómeno común en el antiguo Cercano Oriente. Los documentos pertinentes en Mesopotamia se encuentran entre los archivos reales de las ciudades de Mari (del siglo dieciocho a.C.) y de Nínive (del siglo siete a.C.). Hay mensajes proféticos insertados en cartas y documentos con cortas series de oráculos. En contraste, en Egipto los sacerdotes y sabios estaban en el centro del sistema socio-religioso. Allí no existe una literatura profética comparable a la de Mesopotamia, pero sí material con elementos proféticos como sueños, predic- ciones y la crítica social. La arqueología no ha provisto mucha evidencia del profetismo en Fenicia, Canaán y Transjordania, aunque interesantemente una inscripción en arameo de Tel Deir ‘Alla menciona a Balaam. El AT describe la presencia genera- lizada de profetas de otros dioses en esas regiones (p. ej., Nm 22-24; 1R 18).

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