por Feser Padilla, Catalina
Los fundamentos de la relación de la mujer con el hombre se describen en primer término en el libro de Génesis. Del primer capítulo (1:26-30; 5:1-2) surgen varios principios: la humanidad (Adán, “hombre” en sentido genérico, o “criatura de la tierra”) es una creación directa de Dios; esta humanidad fue creada como mujer y hombre, iguales pero no idénticos, los dos portadores de la imagen y semejanza de Dios; los dos fueron bendecidos por Dios, y a los dos Dios les habló directamente; los dos recibieron el doble mandato de Dios: la reproducción (“Sean fructíferos y multiplíquense”) y la mayordomía de la creación (“dominen” o “ejerzan potestad”). No hay ninguna indicación de que la mujer tendría mayor responsabilidad en la esfera de la reproducción, o que el hombre sería el único responsable de cumplir lo que se ha denominado “el mandato cultural”, incluyendo el desarrollo de los recursos naturales y culturales. Tanto la mujer como el hombre comparten la misma naturaleza humana y la misma relación con Dios, y los dos son igualmente responsables delante de Dios. Su existencia como seres humanos creados a imagen de Dios trasciende su sexo, y su realización como seres humanos depende del cumplimiento de su vocación como personas en obediencia a Dios.
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