Por Rebeca Stam

(Basado en, y revisado por Juan Stam)

¡De un día para otro nos cambió la vida!  Arrancó la pandemia del coronavirus y ya todo cambió. Tenemos que aislarnos, no socializar físicamente, mantener dos metros de distancia y, mejor todavía, quedarnos en casa.  Algunos países o localidades han sido más cautelosos y estrictos que otros. Algunos gobernantes esperan que ignorándolo se acabe el problema. Las salidas a la calle están limitadas a lo más necesario: comida, medicina, trabajo, emergencias.  Las escuelas se cerraron y los estudiantes continúan su aprendizaje a distancia. Las reuniones familiares, de amigos o grupos se realizan en línea. Los que pueden, trabajan desde sus casas.  Otros se reinventan la circunstancia para sobrevivir.  Muchos ya no tienen trabajo. O comida. Todo, absolutamente todo, ha cambiado. Hay que adaptarse.

Las noticias pueden infundir temor. Los números de casos y, tristemente también de las muertes, suben exponencialmente.  Hay que disminuir ese crecimiento.  Hay que desacelerarlo.  Buscamos achatar la curva para que los servicios hospitalarios no colapsen. Nos piden lavarnos las manos una y otra vez, estornudar o toser según el protocolo, y no tocar nada, mucho menos tocarnos la cara.  Solo quedándonos en casa se evita el contagio y la vil multiplicación exponencial.  ¡Parece una película de ciencia ficción!

Ya en varias noticias se han descrito escenas reales como algo “apocalíptico”, porque claro, en las películas de ciencia ficción – e incluso en algunas películas o series que se autodenominan cristianas – se narran cosas terribles como si fueran sacadas del libro de Apocalipsis. Presentan al Apocalipsis como algo tenebroso, terrible, que da miedo.  Pero ¡nada más lejos de la verdad!  Y, probable y tristemente, los cristianos mismos hemos permitido, y hasta perpetuado, ese uso tan equivocado del concepto de “apocalíptico”.

El término “apocalipsis” viene del griego ἀποκάλυψις.  Literalmente significa “revelación”, y específicamente la revelación de Jesucristo.  De hecho, en inglés, al libro de Apocalipsis le llaman “Revelation”.  ¿Será que la revelación de nuestro Señor Jesucristo causa estragos y da miedo?  ¡Jamás!  El libro de Apocalipsis es un libro de victoria, de alabanza, de la revelación de la gloria de Dios.  “¡El Apocalipsis se lee ‘en clave de adoración y culto’, o el Apocalipsis se lee mal! Todo este libro es profundamente litúrgico y debe leerse doxológicamente” (Stam, 1999, Apocalipsis y Profecía, p. 130).  Nos corresponde a los cristianos corregir ese concepto erróneo de lo “apocalíptico”, y devolverle la esperanza al pueblo.  Estamos en el “ya, pero todavía no”: ya vino Jesús, y esperamos su segunda venida con la fe de un nuevo cielo y una nueva tierra.  Eso es vivir apocalípticamente.  Esta pandemia, en cambio, no es apocalíptica.

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Tomado del blog de Juan Stam